Those boots were made for dancing
Cuando era chica no tenía mucho calzado. Soy una niña de los 90, así que todo zapato que tenía era lo que debía llevar a la escuela: zapatillas negras y con suerte, me compraban unas sandalias lindas y cómodas por si tenía una fiesta. Pero no tenía las zapatillas de Barbie con luces o rueditas como algunas de mis compañeras de curso. Esos eran lujos que mis padres no creían necesarios. El calzado debía ser algo práctico y que durara mucho. Había que cuidarlo. En el 96 se habían puesto de moda los borcegos para niño y les insistí mucho para que me los compraran. Mi mamá se sorprendió. Nunca fui una nena de pedir cosas y mucho menos zapatos. Les dije que me iba a portar bien todo el año si me los compraban. Me vieron tan desesperada que accedieron a comprármelos. Eran unos borcegos color manteca con cordones marroncito claro. Hay una foto mía de ese año que suelo subir a las redes sociales y soy yo bailando en un cumpleañitos con una pollera de jean y mis borcegos nuevos, que eran un enc