Chasing rabbits

Una tarde nublada en Villa Gesell, iba por la Av. 3 volviendo al departamento, cuando vi una vidriera de cosas vintage. De afuera se podía ver que algunas prendas de ropa eran usadas y otras parecían nuevas, así que entré a curiosear. La dueña del local, una señora rubia de unos sesenta largos, estaba sentada detrás del mostrador y escribía algo con tanta atención que ni levantó la cabeza para saber quién había entrado a su negocio.

—Linda, chusmeá tranquila y me avisas. —me dijo— pero siguió sin levantar la vista para ver quién era. Debo admitir que me causó simpatía su manera de ser y quise quedarme un rato más.  

Una segunda mujer sale de unas cortinas de plástico y se ubica al lado de la señora rubia a mirar lo que escribía.  

¿Y? ¿Ya armaste tu lista? le preguntó

Sí, la estoy haciendo pero no la podes leer —dijo, mientras tapaba con la otra mano lo que escribía

—Qué mala, ¿Por qué no?. 

Es personal, Silvia. 

Yo intentaba concentrarme en lo mío y mirar esos vestidos de bambula y esos sacos ochentosos con olor a naftalina que había en los canastos y percheros pero me la hacían difícil, me interesaba mucho más averiguar de qué lista se trataba. Veo una camisa rosa con mostacillas y cuando me doy vuelta para preguntar el precio ambas ya me estaban clavando la mirada. —Se acerca el año nuevo chino ¿viste? y este año hay que pedir muchos deseos —me comenta la señora rubia torciendo la boca, como si las paredes nos estuvieran escuchando. 

Es el año del conejo. —me dijo la otra—

—¡Ah, justo! Yo soy conejo —les dije mientras me acerco al espejo con un pantalón camel de gamuza que me había gustado. 

—¿En serio?. 

-—En serio.

—¿Y ya armaste tu lista de deseos?

No, todavía no. —les contesté con voz misteriosa

—¿Y qué estás esperando, mujer? 

—Sí, ya sé, la voy a hacer. 

Me acerco hacia una cartera preciosa con un diseño de flores tejido a mano que era un sueño. 

¿Y ésta, chicas? ¿Qué precio tiene?.

—Ese es un modelo único, no se vende en ningún otro lado. Sale 15 mil. 

—Pero a vos te la dejamos a 10 mil —me dijo la señora rubia—. 

—¿Por ser el año del conejo?. 

—¡Claro!.

Estaban perfectamente coordinadas. Cuando una se callaba, la otra hablaba pero nunca se encimaban. Me hacían acordar a los gemelos ‘Doo’ y ‘Me’ de Alicia en el país de las maravillas y me empecé a reír sola. Me sentía una loca.  

—¿Y aceptan crédito?. 

—Ay no amorcito, solo efectivo acá.  

Y bajan la cabeza a seguir con la lista de deseos. Me había olvidado que la costa Argentina tiene eso, algunas cosas parecen quedadas en el tiempo y hay que pagar cash, como en los 90.

—Tengo que ir por efectivo entonces. 

—Bueno, te esperamos linda. 

Pisé la puerta de salida sabiendo que no iba a volver a verlas, al menos ese día, y que nunca se iban a enterar que en realidad soy dragón en el horóscopo chino. La situación me había dado un poco de ternura. Desde la esquina se podía escuchar a Silvia decirle a la señora rubia del mostrador:  

—¿Y? me vas a leer tus deseos?. 

—No, Silvia ¡Es personal!.

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