La chica de la Esso

Vanina tenía unos 20 años.

Morocha, de pelo largo hasta la cintura.

Trabajaba en la Esso cerca de casa, en Luján y Albarracín.

Usaba calzas y visera,

limpiaba los parabrisas,

les servía café a los chicos del surtidor,

atendía la caja

y daba vueltos en caramelos. 

Había un chisme de barrio que decía que una vez una vieja juntó todos los 'vueltos' y les pagó en caramelos Media hora unas gaseosas. 

Se la tuvieron que fumar en pipa. 


Las cejas de Vanina eran un poema aparte. 

Me obsesionaban sus cejas porque las mías también eran gruesas,

pero yo quería ser como ella: cejona y bella. 


Año 99. 

Apenas once años.

Me crecen las tetas. 

Solía hacerme las trencitas de noche y deshacerlas a la mañana así me quedaba el pelo ondeado todo el día. 

Un día fui a la Esso a inflar las gomas de la bicicleta. 

Cuando me acerqué al mostrador a pagar me miró el pelo y me dijo

"¿Qué pasó amiga? ¿Te peleaste con el peine?" Y sonrió graciosa, masticando chicle de costado.

Me puse roja de la vergüenza. 

Giré la cabeza hacia las góndolas para ver si alguien más la había escuchado. 

Me acomodé el pelo como pude 

mirándome en el reflejo del vidrio

y me fui rápido.  


Un lunes salí a comprar en bicicleta 

y la vi apretando contra la pared 

con un chico que vivía a la vuelta de casa. 

Vi como con ganas la agarraba de la cintura.

Yo me escondí a mirarlos de lejos. 

También quería un novio como el de Vanina, fachero y que me haga reír en lo posible.


Un viernes salí a caminar y los vi otra vez. 

La escuché llorar de angustia, de esa que te duele en la garganta y te deja disfónica. 

Él se despedía pero le decía que la quería “Prefiero que no me quieras una mierda” le responde Vanina poco soez y se va de brazos cruzados. 

Yo iba tomando nota mental de todo. 

Un novio así era para problemas. 

Yo lo que más quería era chapar. 


Unos días después volví al autoservicio a comprar galletitas para la merienda 

y ella ya ni me miraba a la cara. 

Tampoco usaba las calzas ajustadas, 

tenía puesto un jogging y unas Topper de lona blancas. 

Estaba enojada, como amargada con la vida. 

Se la agarraba con la caja que funcionaba mal 

y arrancaba los tickets a las puteadas. 


"Te voy a deber 25 centavos, si?" Me dice.

Me acordé de la vieja. 

"Necesito que alguna vez me des el vuelto que me corresponde" le contesté canchera, medio vengativa también. 

Dio media vuelta y sacó una pila de monedas de 25 centavos envueltas en cinta adhesiva. 

Resultaste ser una mentirosa, pensé por dentro.

Agarré mi vuelto y me fui.  


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